sábado, 3 de enero de 2009

Burn After Reading (1er. Parte)

Los Coen sienten un enorme orgullo de ser los Coen. Es lógico y está bien que así sea, porque ser considerados "Los Coen" (mérito exclusivo de ellos), les permite hacer hoy lo que se les dé la endiablada gana. Esto, en el mundo del cine y desde mi punto de vista, es siempre algo positivo. Cuanto más libres sean los directores, más cerca podremos estar de verlos a ellos en la película.

Verlos a ellos no para dilucidar, como hacen algunos semióticos psicoanalistas, cómo fue la relación con su madre o que tan edípica es su película; sino para ver qué motiva la película: qué relación tiene con ella el que la está haciendo.

En Quémese Después de Leerse encontramos todos los ingredientes típicos de su comedia: personajes idiotas, situaciones ridículas: grandes disparates. Quizá con un poco más de negrura, un poco más de audacia.

Hay una nueva frialdad en los Coen. Ya en Sin Lugar para los Débiles se palpitaba que, pese a lo vernáculo y humano de la historia, a los Coen no les interesaba específicamente lo narrado: ni el psicópata, ni Moss, ni el Sheriff. El personaje se va y no importa a dónde. Parten de ahí buscando mostrar un lugar donde no hay alternativas: quizá en el pasado o en los sueño, pero no allí. Lo narrado es el lugar, ese espacio sin oportunidades: seco. Por esto, estaban interesados en la forma fílmica y en los recursos cinematográficos y de puesta en escena que les permitieran acceder a ese terreno de la humanidad, quizá a una era. Ese era su propio desafío. Un poco frío para un espectador común, pero genial. Y por eso esa sensación de derrota después de ver Sin Lugar Para los Débiles.

En Quémese Después de Leerse no hay un tal desafío.

Es entonces que se renueva algo de aquella falta de compromiso que sufren todas las comedias de los Coen después de "Dónde Estás Hermano?". Una falta de compromiso que le da una instantaneidad a la película y, en este caso, una indiferencia a la totalidad cinematográfica que debe buscar una película. Algunos diálogos, que parecerían irse un chiste de más; ciertos idiotismos, que parecerían ser idiotas de más. Fatalismos efectivos, pero anodinos. Son los mismos sucesos, desde adentro de la película, que nos invitan a olvidarnos de ella, de lo que acaba de suceder. Me intimida ahora la posible astucia del título: "Quémese después de leerse".

La película nos espera predispuestos a ver Coen; como si fuera varias mitades de película Coen puestas juntas. Y de aquí, de la relación sólo con sí mismos de los hermanos, la propuesta de la película: quebrar la interacción. Interacción entre los personajes, que casi ni se escuchan; interacción entre los sucesos, que casi ni se relacionan o no importa cómo lo hacen; entre los cuerpos de los personajes, que casi ni se tocan. Y también entre la película y los espectadores. La película es sorda, y no por eso es mala: pero es sorda, como una carta que finaliza una relación amorosa y se despide. Quizá, Sin Lugar para los Débiles también lo es.

Es, de cierta manera, una pequeña odisea terrestre, abrazada al post-existencialismo, post-modernismo y a la post-guerra fría. Un torbellino con su epicentro en un agujero negro. Una película que permite especular, junto con otras, que los Coen (y esto gracias a su libertad creativa) están explorando un mundo ya perdido en sí mismo.

Y no puedo dejar de pensar en la película. Quizá todo esto esté equivocado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

la mejor reseña que hiciste hasta ahora.me contagiaste las ganas de verla.

Anónimo dijo...

Apronto la mandíbula, aseguro la boca del estomago y mañana me pierdo en el hoyo negro... abrazo y gracias por la critica.


Boero, Andrés Boero