lunes, 4 de mayo de 2009

Estar en el Pasado


PARTE II

Ahora, lamentablemente, es incorrecto decir que Capitán de Mar y Guerra es una película perfecta. No lo es, aunque lo parece. A su vez, también es incorrecto decir que es imperfecta. Me llevó unas nueve exhibiciones de la película dar con el único problema que contiene: Russell Crowe.

Si la actuación fuese insuficiente, la película fallaría y sí sería imperfecta. Fallaría porque sobre el personaje de Crowe, el Capt. Jack Aubrey, recaen cuestiones escenciales de la narración: su relación con el barco y el mar; su obsesión con el Acheron, que trasciende a la misión; su patriotismo hasta pomposo. Todas estas cuestiones son interpretadas a conciencia por Crowe, y
cumple. Y, pucha, qué difícil es hablar de las actuaciones...

El problema, creo, surge de la relación con las distintas facetas o características del personaje. Además de "notarse", por momentos, su disposición para actuar (la presentación del personaje es magistral en la forma, pero flaquea en la actuación porque denota cómo el gesto esperaba el encuadre en vez de ser, como debiera, una continuación de la acción previamente encuadrada); el personaje contiene todas sus facetas por acumulación de distintos instantes y no en una
convivencia interior de todas sus cualidades.

En un momento en particular, cuando el barco queda barado en una ola de calor sin viento, Russell Crowe interpreta una discusión con Paul Bettany en la que justifica que "no puede hacer llover". Su justificación es digna del personaje, pero su rostro: embelezado en un debilitamiento romántico y que expresa más una inocencia juvenil que una resignación honesta (y esto último es lo que pretende), da cuenta de una instantaneidad en la interpretación. Si el personaje fuese otro,
esa interpretación podría ser apropiada; pero allí, a una hora de película, parecería ser una otra representación la que habla. De estos momentos está llena su actuación.

No sucede esto con ninguno de los otros roles. Paul Bettany interpreta un papel fuera de su carrera. Magnífico y sobrio, albergando una complejidad equivalente, su actuación mantiene constante una especie de contemplativa y racional percepción del mundo, conjugada a su vez con cierta vanidad (evidente en la escena cuando Crowe le habla de los dos gusanos).

La diferencia entre las representaciones se hace evidente en ambos: Crowe y Bettany, en relación con el joven Barkeley. El chico los admira a los dos y desea tanto ser capitán de guerra como naturalista y científico. Ellos, por su parte, sienten una atracción por el niño, que los vuelve un tanto torpes al interactuar con él; se ven a sí mismos en él. Pero esa torpeza es en Crowe explícita, sin llegar a ser sobreactuada; y en Bettany sutil y refinada. Cuando le amputaron el brazo al niño y Crowe se le acerca, su torpeza es representada en una rigidez impostrada (del personaje) y con un diálogo errático. En Bettany, cuando no pudieron detenerse en las Galápagos y lee molesto un libro en la popa del barco, es la mirada con la que recibe al joven que viene a estimularlo, que camina desde la indiferencia hasta la ternura disimulada y que culmina en el agradecimiento honesto y de hombre a hombre, lo que transmite esa relación: también torpe o temerosa.

Y esta diferencia en las respectivas actitudes es lógica dada la diferencia de temperamentos de ambos personajes. Pero Bettany dota a su representación de un sutil recorrido emocional, un leve devenir espiritual que no está en la representación de Crowe: definitivamente más estática y lineal.

A su vez, como decía, Crowe no destruye la película. El mal que alberga sería comparable al de Leonardo Di Caprio en Pandillas de Nueva York (la última de sus representaciones incompletas), donde el actor parecería imponerse por momentos al personaje.

Y con esto basto. Podría decirse mucho más y recapitular más momentos magníficos de esta película. Podría reescribir estos dos comentarios tratando de articularlos narrativamente, "escribiendo la película" y buscando lograr un texto integral, sin los saltos y caprichos de estos dos comentarios.

Al fin y al cabo, querido e hipotético lector, esto sí era un comentario sesgado por la pasión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mon amie lo único que se puede escribir dejando de lado la pasión sería un manual de instrucciones. Está bien que, a veces, nos dejemos llevar por la pasión y mejor aún, como en tu comentario, si viene de la mano con la razón. Saludos