sábado, 27 de diciembre de 2008

Quantum of Solance

Hace unos días, copado con David Mamet, me ví dos películas. Una de él: Cinta Roja; y otra escrita por él y un poquito más: Edmond. No voy a tildarlo de genio revolucionario ni mucho menos, pero el loco maneja con muchísima precisión una cosa absolutamente fundamental para el cine: la dramatización. Jean Claude Carriere decía que lo peor que nos puede pasar como narradores es que nos sean indiferentes. Es imposible ser indiferente a Mamet. ¿Por qué? Porque cada suceso está intríncecamente relacionado con el siguiente ¿y/o? el anterior de tal forma que uno siente que está en uno de esos días donde pasa de todo y cortás y te llaman y te vas corriendo porque no llegas y en el camino ves un ómnibus que choca contra un tacho de basura y lo hace mierda y de él cae un maletín lleno de... ¡Eso! Dramatización. ¡Yo quiero saber lo que hay adentro del maletín la concha de la madre!

Rohmer decía (ay, sí, estoy citador hoy!) que en el cine no se trata de decir que alguien es algo sino de mostrar cómo lo es, lo cual es infinitamente más dificil. Mamet hace eso tan bien, que al principio uno no puede dejar de espectar. Divina palabra que está entre sorprenderse, esperar y mirar (de un modo muy caprichoso).

Quantum of Solace está en la antípoda opuesta del cine. Está muy cerquita (y de un modo muy poco caprichoso y positivistamente perceptivo) de la mala televisión y de los malos videojuegos, toqueteándose con la publicidad a cara de perro.

La película pretende repetir fórmula y eso lo deja claro desde el principio cuando le dedica unos pésimos 15 minutos a una persecusión por las tejas de Sicilia. ¿Por qué la persecución de 15 minutos por las construcciones en Casino Royale es dramatización y esta no? La razón es sencilla pero merece desarrollo más allá de la siguiente sentencia: en Casino Royale uno está desesperado por que Bond agarre a ese negro para saber por qué coño amerita semejante persecución (y, la puta madre, se suben a un pelotuda grúa...): entonces este Bond es un enfermo, este negro un terrorista anormalmente despiadado, o peor, el tipo que tiene las palabras que faltan saber para poder atrapar a... y en nuestro inconciente surgen infinitas hipótesis. Quantum of Solace se define desde un primer momento: esto será una espectacularidad. Pero por qué no te vas a la puta que te parió.

Y es lógico. Marc Forster, que hizo "películas de personajes", se enfrentó a esta espectacularidad de 225 millones y espectacularizó. Y no dejó de espectacularizar. Hacia el final, cuando la película trata de "adentrarse" en las "motivaciones" y Bond, que estaba equivocado, cambia; y la otra está a punto de alcanzar su objetivo, pasa lo mismo. Nos chupa un carajo. ¿Y cómo no? Sigo... ¿De qué modo puede importarnos o siquiera interesarnos que la mina mate a este milico que siempre deseó matar si nosotros sabemos que desea matarlo porque, sentada con Bond en las rocas, le dice "Oh, ese hombre entró por la noche en mi casa, mató a mi padre, maltrató a mi hermana y a mi madre, y luego las mató y quemó la casa... A mí me dejó porque tenía 7 años" (y no estoy exagerando, tiene comillas)? Recito a Rohmer: "no se trata de decir que alguien es algo sino en mostrar cómo lo es". Ella no es vengativa. Ella está ahí todo el tiempo, siendo una actriz linda y actuando de mujer Bond hasta que al final DICE que quiere matar a este milico fulano porque... bla, bla, bla. Es todo una mierda...

Sinceramente, me aburrí como un hongo. Ni las tomas de 300 mil dólares me la hicieron divertida. (*)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante tu blog. Tengo una cosa que agregar acerca de la trama de Bond: esa historia de los dictadores latinoamericanos puestos a dedo...¿No tienen idea de geopolítica los guionistas? ¡Hasta bigotudo, gordo y violador el personaje!
(esto es raro, es la primera vez que hago un comentario en un blog)