Es raro sentarse a ver una película de Ridley Scott y no ser indiferente. Comunmente sus películas: estilizadas hasta la saturación, sin ningún compromiso con los sucesos narrados, videoclipadas al santo cuete, frívolas o superficiales, y mucho más cerca de la publicidad que del cine; generan, al menos en mí, una incredulidad tan drástica que me invitan a irme a la mierda.Red de Mentiras no es así. La historia es sencillamente compleja: un agente de la CIA (DiCaprio) está en Medio Oriente como mano ejecutora de ciertas acciones norteamericanas que buscan desarmar redes bélico-terroristas. Estas acciones son organizadas, desde el otro lado del mundo y por teléfono celular, por un burócrata (Crowe) al cual no le cuesta dar órdenes mientras ayuda a mear a su hijo.
La mano pajera de Ridley salta por todos lados, pero lo que en otras películas es excesivo y desatinado, acá es un vértigo teleinformativo apropiadísimo. Es lo que diferencia a una simple escena de acción de una composición cinematográfica de sucesos vertiginosos. Cuando la cosa se pudre y la película se empieza a picar, lo que está pasando sí importa porque de algún modo estamos comprometidos con lo narrado: lo mínimo exigible a una película.
También vale aclarar, no hay nada nuevo en esta película. Más bien parecería ser una mezcla taquillera de la franquicia Bourne, Los Infiltrados, Diamantes de Sangre y... La Suma de Todos los Miedos. Pero, por más que nada nuevo pase; sí pasa que se conjugan acá, y de manera armoniosa: acción, película de espías, drama político y humor. Mejunge complicado del que Scott sale bien parado.
Y me retracto: sí hay algo que me pareció nuevo en esta película. No había visto un tratamiento semejante del Medio Oriente. La película, por más que lo parezca con esa cosa de DiCaprio allá y Crowe "acá", no está polarizada. No se trata de ellos y nosotros. Superficialmente, de la manera en la que lo contempla el personaje de Crowe, sí; pero justamente el gran mérito de la película está en trascender esa idea y contemplar un espectro mucho más amplio. Se dibuja así (por primera vez?) un visión norteamericana del Medio Oriente que no está condicionada por apriorismos ideológicos, que aplica técnicas y concepciones ya tratadas (películas globalizadas: Bourne, la nueva cara Bond, Miami Vice...) a un espacio no retratado (Medio Oriente) y que culmina, sin paradoja, con una reconciliación para nada chucanera.
La cinta (dijera Jackie) costó US$ 70.000.000 y recaudó US$ 38.000.000 en los dos meses que estuvo en cartel en USA. Para tener beneficios, teniendo en cuenta la campaña de marketing, distribución y demás?, una película de Hollywood tiene que ganar tres veces su prespuesto.
Por mi parte: * * *.
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